El fresco es una de las formas más antiguas de pintar paredes. También se utilizaron para decorar las paredes de villas antiguas y templos rusos antiguos. Es posible llevar una parte del lujo al espacio de un apartamento o restaurante incluso ahora, aunque, por supuesto, la técnica del fresco ha cambiado durante los últimos siglos.
Enfoque clásico
Érase una vez, la ejecución de un fresco estaba al alcance de solo maestros con todo un equipo de asistentes. Después de todo, era necesario pintar con pinturas especiales sobre yeso húmedo; luego, el suelo y la imagen se convirtieron en uno y podrían durar mucho tiempo. Pero debido a esto, el artista tuvo que terminar el trabajo en un día, pintar toda la sección preparada por la mañana. Si la mano temblaba repentinamente, era imposible volver a dibujar, solo corte la pieza de yeso dañada y frote una nueva. El nombre mismo de la técnica proviene de la palabra fresco, es decir, "fresco".
Un fresco clásico implica el uso de una mezcla de arena fina y cal (a veces con la adición de polvo de mármol) como base. Los pintores utilizaron pigmentos de color disueltos en agua como pinturas. Para retocar la imagen seca, tomaron pinturas mezcladas con huevo, aceite o agua.
Intentar replicar este proceso hoy y en casa es muy difícil. Primero, la tarea está al alcance de solo un artista con mano completa. Además, durante el trabajo es difícil imaginar el resultado final, porque después del secado, tales pinturas cambiaron de color. En segundo lugar, ya no es posible obtener ingredientes naturales que se usaban hace varios siglos.
Con tus propias manos
Con el tiempo, todo tipo de murales comenzaron a llamarse frescos. En esta versión, el "fresco" puede ser realizado por casi cualquier persona. Además, pedir una imagen de este tipo a un maestro real cuesta mucho dinero.
Es más conveniente pintar un mural casero con pinturas acrílicas. Son fáciles de usar, se secan rápidamente y no requieren barniz. Si toma aguada o témpera (o pinta con acuarelas sobre yeso crudo), será necesario barnizar la obra para conservarla.
El primer paso es preparar la pared: alinear, enyesar y lijar para que la superficie se vuelva lo más lisa posible. El dibujo elegido para el fresco se copia en la pared. Es mejor dibujar los contornos y los bordes no con un lápiz, sino delinearlos con una aguja fina. Las marcas de lápiz pueden verse bajo pintura clara y las líneas rayadas son más fáciles de ocultar. Luego, la pared se cubre con imprimación: acrílico especial o solo adhesivos PVA, ligeramente diluidos con agua. Después del secado, el cobertizo se vuelve transparente y forma una película brillante sobre la que las pinturas caen uniformemente. Luego, haciendo referencia a la muestra, se pinta el dibujo, se deja secar y, si es necesario, se barniza.
Si el dibujo se aplica con acuarelas sobre yeso, no es necesario imprimar la superficie, pero es importante elegir colores brillantes y aplicarlos con trazos jugosos. Cuando esté seco, la acuarela sobre el yeso se desvanecerá un poco.